10 Enero 2018 - Llamado de Amor y Conversión del Casto y Amante Corazón de San José
Hijos de Mi Amantísimo Corazón, cuando peregriné en la tierra, todo el tiempo que viví sobre ella, traté y me esforcé de considerar la virtud del silencio. En Mi infancia, en Mi juventud y en Mi adultez pasaba cultivando horas de silencio.
En Mi niñez, en Mi casa paterna, me retiraba al exterior, a un lugar solitario donde estuviera solamente con Dios y ahí me ponía en silencio a pensar en Él.
En Mi juventud, a pesar de los trabajos y quehaceres normales de la vida, dedicaba mucho tiempo al silencio y a la oración.
Cuando fui un hombre y trabajaba para sostener a Jesús y a María, dividía Mi jornada en el trabajo, en la oración y en el silencio.
Queridos hijos, el silencio es bueno, el silencio sana el alma y la mente, el silencio purifica el interior, los sentimientos y los pensamientos, el silencio permite ver a Dios. Se puede estar enfrentando muchas tribulaciones y sufrimientos pero cuando se tiene el alma en silencio, Dios da paciencia, regala paz y, a pesar de todo, seguridad.
Cuando ustedes practican el silencio en los momentos más adversos de la vida humana encontrarán mucha paz y tendrán más claridad sobre lo que Dios quiere. Cuando están en silencio saben discernir el Divino Querer del Padre. Es por eso Apóstoles de los Últimos Tiempos que los invito a orar en el silencio, a practicar el silencio.
Todos los Apóstoles de Jesús y de María deben amar el silencio, porque en el silencio se escucha al Padre, a la Madre y al Espíritu.
En Mi niñez, en Mi casa paterna, me retiraba al exterior, a un lugar solitario donde estuviera solamente con Dios y ahí me ponía en silencio a pensar en Él.
En Mi juventud, a pesar de los trabajos y quehaceres normales de la vida, dedicaba mucho tiempo al silencio y a la oración.
Cuando fui un hombre y trabajaba para sostener a Jesús y a María, dividía Mi jornada en el trabajo, en la oración y en el silencio.
Queridos hijos, el silencio es bueno, el silencio sana el alma y la mente, el silencio purifica el interior, los sentimientos y los pensamientos, el silencio permite ver a Dios. Se puede estar enfrentando muchas tribulaciones y sufrimientos pero cuando se tiene el alma en silencio, Dios da paciencia, regala paz y, a pesar de todo, seguridad.
Cuando ustedes practican el silencio en los momentos más adversos de la vida humana encontrarán mucha paz y tendrán más claridad sobre lo que Dios quiere. Cuando están en silencio saben discernir el Divino Querer del Padre. Es por eso Apóstoles de los Últimos Tiempos que los invito a orar en el silencio, a practicar el silencio.
Todos los Apóstoles de Jesús y de María deben amar el silencio, porque en el silencio se escucha al Padre, a la Madre y al Espíritu.
Como San José, el Padre Silencioso de Jesús, intercedo por todos ustedes y les doy la Bendición, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.