La Dirección Espiritual en la Iglesia

La Dirección Espiritual

La Dirección EspiritualLa dirección espiritual es un tema importante que se enmarca dentro de la tradición cristiana desde hace siglos. Muchos grandes santos a lo largo de la historia de la Iglesia, Papas y especialmente en los últimos tiempos cuando esta guía espiritual había ido perdiendo fuerza en la Iglesia, el Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica, señalan su importancia tanto en la vida espiritual de las personas consagradas (sacerdotes, religiosos y religiosas) como en la de los laicos comprometidos con su fe en busca de la santidad de vida. 

El director espiritual es aquel especialmente cualificado, por educación, experiencia y santidad personal, para discernir la voluntad de Dios y que ayuda a la persona a la que dirige a descubrir la voluntad de Dios para ella. 

San Pedro de Alcántara (Tratado de la oración y meditación, II, 5) recuerda la necesidad de contar con la ayuda de un guía experimentado. 

« Una de las cosas más arduas y dificultosas que hay en esta vida es saber ir a Dios y tratar familiarmente con Él. Por esto no se puede este camino andar sin alguna buena guía ». 

Santa Teresa (Camino de perfección, 18, 8) dice que con un buen director espiritual se avanza más rápidamente en unión con Dios. 

« Si quiere o pretende ser contemplativa ha menester para ir muy acertada dejar su voluntad con toda determinación en un confesor que sea tal. Porque esto es ya cosa muy sabida, que aprovechan mas de esta suerte en un año que sin esto en muchos ». 

San Juan de la Cruz (Llama de amor viva, 3, n. 30) recomienda buscar como acompañante espiritual a una persona sabia, discreta y experimentada en el trato con Dios. 

San José María Escrivá de Balaguer comentaba en su obra “Camino”: 

« Conviene que conozcas esta doctrina segura: el espíritu propio es mal consejero, mal piloto, para dirigir el alma en las borrascas y tempestades, entre los escollos de la vida interior. Por eso es Voluntad de Dios que la dirección de la nave la lleve un Maestro, para que, con su luz y conocimiento, nos conduzca a puerto seguro ». (J. Escrivá de Balaguer, Camino, n. 59.). 

El Concilio Vaticano II recomienda el acompañamiento espiritual a todos: sacerdotes, religiosos y laicos que buscan la santidad en medio de los afanes del mundo. 

El Catecismo de la Iglesia enseña en el punto 2695 que la "dirección espiritual" asegura en la Iglesia una ayuda para la oración. 

Se lee en el punto 2690: 

« El Espíritu Santo da a ciertos fieles dones de sabiduría, de fe y de discernimiento dirigidos a este bien común que es la oración (dirección espiritual). Aquellos y aquellas que han sido dotados de tales dones son verdaderos servidores de la Tradición viva de la oración: 

Por eso, el alma que quiere avanzar en la perfección, según el consejo de San Juan de la Cruz, debe "considerar bien entre qué manos se pone porque tal sea el maestro, tal será el discípulo; tal sea el padre, tal será el hijo". Y añade: "No sólo el director debe ser sabio y prudente sino también experimentado... Si el guía espiritual no tiene experiencia de la vida espiritual, es incapaz de conducir por ella a las almas que Dios en todo caso llama, e incluso no las comprenderá" (Llama estrofa 3). 

  • Además, por encima de los consejos privados que pueda dar una determinada persona, el cristiano sabe que está la ley de Dios, contenida en la Sagrada Escritura, y que el Magisterio de la Iglesia -asistida por el Espíritu Santo- custodia y propone. 
    • Por eso, cuando los consejos particulares de un director espiritual contradicen objetivamente la Palabra de Dios tal como el Magisterio la enseña, hay que apartarse con decisión de ese parecer erróneo. 
      • La experiencia cristiana de siglos es que, al cristiano que obra con esta rectitud, Dios le ayuda con su gracia, le inspira lo que ha de hacer y, cuando lo necesita, le ayuda a encontrar un sacerdote o un laico para conducir su alma hacia Dios. ». 

        Necesidad de la Dirección Espiritual 

        Santa Teresa de JesúsTanto Santa Teresa de Jesús como San Juan de la Cruz, fueron dos Maestros del Espíritu, que desarrollaron extensamente este tema y aún hoy siguen siendo tan actuales como lo fueron en el siglo en que vivieron: 

        San Juan de la Cruz se dedicó abnegadamente a la dirección espiritual. Él consideraba que era absolutamente necesario para todos disponer de un guía, pues nadie sería capaz por sí solo de caminar sin equivocarse. En Dichos de luz y de amor, comenta: 

        « El que solo se quiere estar, sin arrimo de maestro y guía, será como el árbol que está solo y sin dueño en el campo, que, por más fruta que tenga, los viadores se la cogerán y no llegará a sazón. El árbol cultivado y guardado con el beneficio de su dueño, da la fruta en el tiempo que de él se espera. El alma sola, sin maestro, que tiene virtud, es como el carbón encendido que está solo: antes se irá enfriando que encendiendo. El que a solas cae, a solas se está caído y tiene en poco su alma, pues de sí solo la fía. Pues no temes el caer a solas, ¿cómo presumes de levantarte a solas? Mira que más pueden dos juntos que uno solo. El que cargado cae, dificultosamente se levantará cargado. Y el que cae ciego, no se levantará ciego solo; y, si se levantare solo, encaminará por donde no conviene » (cap.1, 5-11). 

        Esta dirección espiritual tiene una serie de características importantes que es necesario tener en cuenta: 
        • La dirección espiritual tal y como la entiende la Iglesia Católica se basa en consejos y no en obligaciones.
        • Debe ser una persona elegida libremente por un sujeto para que lo guíe por los caminos del Espíritu.
        • Conducir a alguien espiritualmente no es simplemente tener un compartir del alma, sino un momento en el que yo “abro” mi alma para dejarme conducir. Muchas veces esa conducción no será de acuerdo a nuestra voluntad. El director espiritual necesita tener el cuidado de no atraer a la persona hacia sí, o sea, acabar siendo la referencia en la vida de ella. Por el contrario, el necesita hacer que la persona crezca en Jesucristo con elementos para que pueda discernir la vida propia. El director espiritual no debe “decidir” la vida de la persona, sino conceder esos elementos para que ella pueda tomar sus propias decisiones.
        • Lo que le diferencia de otras formas de ayuda espiritual, es que al director espiritual, se dan a conocer, «no sólo las faltas morales como el confesor, sino el ser real, psíquico, personal, con sus tendencias y reacciones, preferencias y repugnancias ». A diferencia de un consejero ocasional, al director espiritual se le muestra la vida espiritual, la persona, la existencia…Se trata de una ayuda continuada y duradera, no de simple consulta ocasional. [1]
        • Hay que tener en cuenta que «Pedir ayuda espiritual a una persona competente implica confianza y docilidad. Sabiendo que el director posee doctrina y experiencia, que le conoce a fondo, sus consejos y prescripciones deben ser tomados con profunda consideración y respeto. El discernimiento se puede hacer en diálogo y confrontación. En cambio, si el sujeto advierte que necesita argumentos especiales y continuas discusiones para convencerse de cualquier indicación es mejor que lo deje». [2] El director espiritual ha de tener al menos tres cualidades fundamentales: ciencia, prudencia y experiencia.

          Los perjuicios que puede hacer un mal Director Espiritual

          Santa Teresa de JesúsSi santa Teresa de Jesús experimentó el daño que pueden hacer los malos confesores, también constató que los grandes directores fueron quienes entendieron la acción del Espíritu Santo en ella, como san Francisco Borgia, san Pedro de Alcántara y le confirmaron que lo que acontecía en su interior era obra de Dios. 

          Santa Teresa de Jesús cuenta en varios de sus escritos la difícil experiencia que tuvo durante gran parte de su vida, con la inadecuada dirección espiritual, tanto de ella misma, como de las hermanas carmelitas de los conventos fundados por ella: 

          « Gran daño hicieron a mi alma confesores medio letrados […] Lo que era pecado venial decíanme que no era ninguno; lo que era gravísimo mortal, que era venial » (V 5,3). 

          San Juan de la Cruz considerará que sin un buen maestro es muy difícil llegar a la perfección; con un mal maestro es muy fácil extraviarse o paralizarse, y en este tema de gran trascendencia ha de mirarse cuidadosamente «porque los negocios de Dios con mucho tiento y muy a ojos abiertos se han de tratar» (Ll 3,56). 

          En su libro Al paso de Dios, al paso del Hombre, Alejo Navarro recoge algunos de estos fallos comunes de un Director Espiritual, que han sido explicitados por estos grandes santos: 

          • La Ignorancia, tanto teórica como práctica, es decir, conocimientos y experiencia:
          La ignorancia del maestro impide el crecimiento porque cierra el paso a la contemplación y frena la vida del dirigido en un esta­dio meramente discursivo (cf. L 3, 31). 
          •  La suplantación del Espíritu Santo. 
          El mal director se considera el principal agente de la santificación, tratando de des­bancar al Espíritu Santo (cf. L 3, 46). Por eso trata el mal director de “acomodar a las almas a su modo y condición” (3, 46). Esta confusión de papeles es de extrema gravedad. Por eso advertirá el santo enérgi­camente: “Adviertan los que guían a las almas que el principal agente y guía y movedor de las almas en este negocio no son ellos, sino el Espíritu Santo, que nunca pierde cuidado de ellas” (L 3, 46). Llevada hasta el final esta suplantación, el director puede convertirse en el des­tructor de la obra de Dios en las almas: “hacen a Dios grande injuria y desacato metiendo su tosca mano donde Dios obra; porque le ha cos­tado mucho a Dios llegar a estas almas hasta aquí” (L3, 54). Al tiempo que deshacen la obra de Dios e impiden el adelantamiento espiritual, quitan paz y sosiego al alma (cf. L 3, 55). 
          • La temeridad. 
          A las veces, el mayor favor que se le puede hacer a un herido grave es no tocarlo y esperar al profesional. Así en las cosas del espíritu. Es temerario intervenir en lo que no se sabe (cf. L 3, 56). He aquí otro de los fallos del mal director. Su falta de tacto, sabiduría y atención le llevan a un actuar atolondrado y temera­rio que puede causar grandes males. 
          • El afán posesivo. 
          Es despropósito grave del director el considerarse dueño del alma, tanto que puede llegar a veces a “no dejar salir a un alma de su poder” (L 3, 57). Este afán posesivo puede llegar hasta una verdadera tiranía de las almas (cf. L 3, 59). 
          • La autosuficiencia. 
          Error que consiste en pensar que uno se basta y se sobra para llevar a un alma desde la gracia inicial hasta la perfección. Error de creer que uno domina todas las fases de la vida espiritual, cuando en realidad “no todos valen para todos los sucesos” (L 3, 57). Es deficiente director quien quiere hacerlo todo, saberlo todo, serlo todo: desbastador, entallador, pulidor, pintor (cf. L 3, 58), hay de por medio soberbia y presunción (cf. L 3, 59). 
          • El uniformismo.
          El mal director no acepta que Dios lleve a las almas por diferentes caminos (cf. 3,59); por eso y porque en el fondo quiere que todas vayan por donde ha ido él, se puede ejercer una dirección agobiante y tiránica, lejos de esa libertad y holgura de espíritu (cf. 3, 61) con que Dios lleva a su hijos. 
          • Los celos. 
          Error que consiste en disgustarse de que el alma se sirva de otras mediaciones para progresar; se encien­den los celos de que otro sepa más, goce de mayor experiencia y sabi­duría (cf. L 3, 59), cuando lo bueno sería alegrarse de que el alma que ha pasado por sus manos, busque mejoría (cf. L 3, 61). 
          • Impedir positivamente la entrega. 
          Es el fallo que el santo fustiga con más severidad. “Anda Dios ungiendo algunas almas con ungüentos de santos deseos y motivos de dejar el mundo y mudar la vida o estilo, y servir a Dios… y ellos… o se lo dificultan, o se lo dila­tan, o, lo que peor es, por quitárselo del corazón trabajan” (L 3, 62). Maestros que ni entran ni dejan entrar. Las palabras del santo tienen aquí ese regusto evangélico de las severas admoniciones del Señor a los escribas y fariseos (cf. Lc 11, 52)» [3] 

          Conviene finalmente recordar la advertencia de la santa Teresa daba a sus hermanas: «No consintamos, oh hermanas, que sea esclava de nadie nuestra voluntad, sino del que la compró por su sangre» (C 4,8). Para ello se debe tener una gran libertad espiritual, y hacer lo que mejor convenga. 

          Comportamiento con el Director Espiritual 

          La luz de la Palabra de DiosEl primer paso de la persona que se va a poner en manos de un director espiritual es un deseo claro y nítido de caminar en la verdad y buscar nuestra santificación, a la luz de la Palabra de Dios: «guardar la ley de Dios con perfección es todo nuestro bien. Sobre ésta asienta bien la oración. Sin este cimiento fuerte, todo el edificio va falso» (C 5,4). Que todo lo que perciba en su interior «vaya conforme a la Sagrada Escritura, y como un tantico torciese de esto, mucha más firmeza sin comparación me parece tendría en que es demonio» (V 25,3). «Ninguna que no vaya muy conforme a la Escritura hagáis más caso de ellas que si las oyeseis al mismo demonio» (6 M 3,4). 

          Después de este primer ponerse en camino hay que abrir el alma al director espiritual «con toda claridad y verdad» (V 30,3). Ello se lo mandaba a santa Teresa el Señor: «muchas veces me ha dicho el Señor, que no deje de comunicar toda mi alma y las mercedes que el Señor me hace, con el confesor, y que sea letrado, y que le obedezca. Esto muchas veces» (V 26,3). Advertirá a sus monjas: «Jamás haga nada, ni le pase por pensamiento, sin parecer de confesor letrado y avisado y siervo de Dios, aunque más y más entienda y le parezca claro ser de Dios; porque esto quiere Su Majestad, y no es dejar de hacer lo que El manda, pues nos tiene dicho tengamos al confesor en su lugar, adonde no se puede dudar ser palabras suyas; y éstas ayudan a dar ánimo, si es negocio dificultoso, y nuestro Señor le pondrá al confesor y le hará crea es espíritu suyo, cuando El lo quisiere; y si no, no están más obligados» (6 M 1,3,11). 

          Ella aconsejaba «A tu superior y confesor descubre todas tus tentaciones, imperfecciones y repugnancias para que te dé consejo y remedio para vencerlas» (n. 18). 

          San Francisco de Sales, en Introducción a Vida Devota, daba unos consejos, para cuando después de suplicar mucho a Dios se ha encontrado el director espiritual: 

          « Este amigo ha de ser siempre para ti un ángel, es decir, cuando lo hayas encontrado, no lo consideres como un simple hombre, y no confíes en él ni en su saber humano sino en Dios, el cual te favorecerá y te hablará por medio de este hombre, en cuyo corazón y en cuyos labios pondrá lo que fuere necesario para tu bien. Debes, pues, escucharle como a un ángel, que desciende del cielo para conducirte a él. Háblale con el corazón abierto, con toda sinceridad y fidelidad, y manifiéstale claramente lo bueno y lo malo, sin fingimiento ni disimulación, y, por este medio, el bien será examinado, y quedará más asegurado, y el mal será remediado y corregido; te sentirás aliviada y regulada en los consuelos. Ten, pues, en él una gran confianza y, a la vez, una santa reverencia, de suerte que la reverencia no disminuya la confianza, y la confianza no impida la reverencia. Confía en él, con el respeto de una hija para con su padre, y respétalo con la confianza de un hijo para con su madre: en una palabra, esta amistad ha de ser fuerte y dulce, toda ella santa, toda sagrada, toda divina, toda espiritual » (cap. IV). 

          Recomendaciones de san Juan de la Cruz al dirigido 

          San Juan de la Cruz, en sus tratados sobre la dirección espiritual da unas recomendaciones al dirigido. Seguimos el esquema ofrecido por Alejo Navarro: 

          • La primera recomendación es elegir bien al director. “Mirar en qué manos se pone” (L 3, 30). El negocio es importante y el influjo del maes­tro es decisivo. Por eso, informarse bien y pensarlo bien. Es claro que para avanzar hay que ponerse en algunas manos (cf. Dichos de luz y amor, 5- 10), pero si no son manos expertas antes cegarán que iluminarán. 
          • La segunda recomendación es no simultanear. Dos maestros ejer­ciendo a la vez su labor en un alma perjudican. “No hay cosa más perniciosa que pasar por muchas manos y que otros anden traqueando a los novicios” (Cta. 10). 
          • La tercera recomendación se refiere a la posibilidad y conveniencia de tener maestros sucesivos. Puesto que no todos valen para todos los sucesos (cf. L 3,57) y hay que buscar mejoría (cf. L 3,61), habrá de con­siderar el dirigido cuándo un maestro ha cumplido ya su cometido y ha de ponerse en otras manos para seguir adelante. El permanecer siem­pre en las mismas manos, aunque sean buenas, puede detener el cre­cimiento. El estudiante que quiere avanzar ha de abandonar a su mag­nífico profesor de primaria para escuchar a nuevos profesores. 
          • La cuarta recomendación es que en todo caso Dios es el agente principal de la santificación. Esta frase que se aplica sobre todo al director (cf. L 3,46), se ha de aplicar con igual rigor al dirigido. Aprenda el dirigido que no es él, por muy inteligente que se crea o muy activo que sea, el principal agente de su santificación. “Solo Dios es el agen­te” (L 3,44). “Advirtiendo, pues, el alma que en este negocio es Dios el principal agente y el mozo de ciego que la ha de guiar por la mano a donde ella no sabría ir…” (L 3,29). 
          • La quinta recomendación es aprender a desarrimarse de sabores y gustos, al orar y al obrar, obedeciendo al buen maestro. No se trata sólo de liberarse de las esclavitudes pecaminosas sino de liberarse del dictado del gusto y de los sentidos aunque no sean cosas pecamino­sas; también al realizar obras piadosas se puede ser sensitivo y obrar al dictado del gusto. Por eso ha de ir dejando que obre Dios directa y sobrenaturalmente en el alma (cf. L 3, 44), ha de saber pasar del sen­tido al espíritu y del discurso a la contemplación (cf. L 3, 32), saber pasar de ser agente a ser paciente (cf. L 3, 32). El dirigido ha de vivir en Pascua permanente. 
          • La sexta recomendación es caminar en fe, creyendo y no enten­diendo. ‘‘Callando ella” (3, 44), entrando en la vida infusa (cf. 3, 50), entrando quietamente en el misterio. Esta actitud es una actitud gene­ral de vida: en todos los acontecimientos, en el conjunto general de la existencia. El dirigido no ha de resistirse a avanzar en la peregrinación de la fe. 
          • La séptima recomendación es aprender a tener advertencia amorosa en Dios, sin detalles específicos y sin agobiarse por tener en acti­vidad las potencias. También esto en el conjunto de la vida. Dios “ocul­ta y quietamente anda poniendo en el alma sabiduría y noticia amoro­sa sin especificación de actos” (L 3, 33). “Que, pues Dios entonces en modo de dar trata con ella con noticia sencilla y amorosa, también el alma trate con El en modo de recibir con noticia y advertencia sencilla y amorosa, para que así se junten noticia con noticia y amor con amor” (L 3, 34). 
          • La octava recomendación es aprender la pobreza espiritual (cf. L 3, 46). Aprender a recibir y a dejar hacer a Dios sin mediación de poten­cias (cf. L 3, 49), vaciarse en negación pura de toda criatura en pobre­za espiritual. “Lo cual se entiende no sólo de la renunciación de las cosas (corporales y) temporales según la voluntad, mas también del desapropio de las espirituales, en que se incluye la pobreza espiritual, en que pone el Hijo de Dios la bienaventuranza (Mt 5, 3). Y vacando de esta manera el alma a todas las cosas, llegando a estar vacía y des­apropiada acerca de ellas, que es, como habernos dicho, lo que puede hacer de su parte (el alma), es imposible, cuando hace lo que es de su parte, que Dios deje de hacer lo que es de la suya en comunicársele, a lo menos en secreto y silencio” (L 3,46)» [4]. 

          Libertad para consultar a otros Confesores o Guías Espirituales

          Una de las enseñanzas de santa Teresa de Jesús, a las que daba más importancia, es la libertad de las hermanas para poder consultar su vida espiritual con otros directores espirituales además del confesor ordinario. 

          Santa Teresa de Jesús aduce diversos motivos por los cuales es importante que tanto las prioras como los obispos den esta libertad a sus monjas: 

          « No dé el Señor a probar a nadie en esta casa el trabajo que queda dicho, por quien Su Majestad es, de verse alma y cuerpo apretadas, o que si la prelada está bien con el confesor, que ni a él de ella ni a ella de él no osan decir nada. Aquí vendrá la tentación de dejar de confesar pecados muy graves, por miedo de no estar en desasosiego. ¡Oh, válgame Dios, qué daño puede hacer aquí el demonio y qué caro les cuesta el apretamiento y honra! Que porque no traten más de un confesor, piensan granjean gran cosa de religión y honra del monasterio, y ordena por esta vía el demonio coger las almas, como no puede por otra. Si piden otro, luego parece va perdido el concierto de la religión, o que si no es de la Orden, aunque sea un santo, aun tratar con él les parece les hace afrenta » (C 5,1). 

          « Esta santa libertad pido yo por amor del Señor a la que estuviere por mayor: procure siempre con el obispo o provincial que, sin los confesores ordinarios, procure algunas veces tratar ella y todas y comunicar sus almas con personas que tengan letras, en especial si los confesores no las tienen, por buenos que sean. Son gran cosa letras para dar en todo luz. Será posible hallar lo uno y lo otro junto en algunas personas. Y mientras más merced el Señor os hiciere en la oración, es menester más ir bien fundadas sus obras y oración » (C 5,2). 

          «Y atrévome más a decir, que aunque el confesor lo tenga todo, algunas veces se haga lo que digo; porque ya puede ser él se engañe, y es bien no se engañen todas por él; procurando siempre no sea cosa contra la obediencia, que medios hay para todo, y vale mucho a las almas, y así es bien por las maneras que pudiere lo procure » (C 5,4). 

          « Todo esto que he dicho toca a la prelada. Y así la torno a pedir que, pues aquí no se pretende tener otra consolación sino la del alma, procure en esto su consolación, que hay diferentes caminos por donde lleva Dios y no por fuerza los sabrá todos un confesor; que yo aseguro no les falten personas santas que quieran tratarlas y consolar sus almas, si ellas son las que han de ser, aunque seáis pobres; que el que las sustenta los cuerpos despertará y pondrá voluntad a quien con ella dé luz a sus almas, y remédiase este mal, que es el que yo temo; que cuando el demonio tentase al confesor en engañarle en alguna doctrina, como sepa trata con otros iráse a la mano y mirará mejor, en todo, lo que hace. Quitada esta entrada al demonio, yo espero en Dios no la tendrá en esta casa; y así pido por amor del Señor al obispo que fuere, que deje a las hermanas esta libertad y que no se la quite, cuando las personas fueren tales que tengan letras y bondad »(C 5,5) 

          Suplicar y Obtener de Dios, Directores Espirituales buenos

          En la larga historia de la Iglesia, la experiencia ha demostrado el gran bien que han hecho los buenos directores espirituales, pero también el despotismo que algunos han ejercido sobre las personas que dirigían, y por ello ha dictaminado una postura prudente sobre el tema de la dirección espiritual. 

          En el Decreto Perfectae Caritatis sobre la adecuada renovación de la vida religiosa, habla tan sólo que los superiores que deben dar cuenta a Dios de las almas a ellos encomendadas, deben gobernarlos «como a hijos de Dios y con respeto a la persona humana. Por lo mismo, especialmente, déjenles la debida libertad por lo que se refiere al sacramento de la penitencia y a la dirección de conciencia» (n.14). En este mismo decreto habla como obligación de los superiores el «procurar que los directores, maestros de espíritu y los profesores sean bien seleccionados y cuidadosamente preparados» (n.18). 

          Quince años después de que finalizara el Vaticano II, en un documento titulado La dimensión contemplativa de la vida religiosa fruto de la Asamblea Plenaria de la Sagrada Congregación para los Religiosos e Institutos seculares, que tuvo lugar en marzo de 1980, explicitará con mayor profundidad la importancia de la dirección espiritual y el distinción entre el servicio que hace el superior hacia los miembros de su instituto y la dirección espiritual propiamente dicha: 

          « También la dirección espiritual en sentido estricto merece recobrar su propia función en el desarrollo espiritual y contemplativo de las personas. De hecho, nunca podrá ser sustituida por inventos psíquico-pedagógicos. 

          Por eso aquella dirección de conciencia, para la cual Perfectae caritatis 14 reclama la debida libertad, habrá de ser facilitada por la disponibilidad de personas competentes y calificadas. 

          Tal disponibilidad será ofrecida ante todo por los sacerdotes, pues ellos, por su misión pastoral específica, promoverán su estima y participación fructuosa. Pero también los otros superiores y formadores, consagrándose al cuidado de cada una de las personas que les han sido confiadas, contribuirán, si bien de otra manera, a guiarlas en el discernimiento y la fidelidad a su vocación y misión » (n.11). 

          Vemos pues, después de la crisis en la que estuvo la dirección espiritual, que la Iglesia, especialmente a partir del Concilio Vaticano II, ha vuelto a incidir en la importancia de los directores espirituales, aunque bien es cierto, que no fácil encontrar buenos directores espirituales. 

          Santa Teresa de Jesús hará esta confidencia: « yo no hallé maestro, digo confesor, que me entendiese, aunque le busqué, en veinte años » (V 4,7). San Francisco de Sales, en Introducción a la Vida Devota, dirá: «Y, para esto, escoge uno entre mil, dice [san Juan de] Ávila, y añado yo: entre diez mil, porque son muchos menos de lo que parece los capaces de desempeñar bien este oficio. Ha de estar lleno de caridad, de ciencia, de prudencia: si le falta una sola de estas tres cualidades, es muy grande el peligro. Pero, te lo repito de nuevo, pídelo a Dios, y, una vez lo hayas alcanzado, sé constante, no busques otros, sino camina con sencillez, humildad y confianza, y tendrás un viaje feliz » (cap. IV). 

          Poder tener un director espiritual que ayude en el camino, al ser un verdadero don de Dios, insta suplicárselo: « pide a Dios, con gran insistencia, que te procure uno según su corazón, y no dudes; porque, aunque fuere menester enviarte un ángel del cielo, como lo hizo con el joven Tobías, te dará uno bueno y fiel » (cap IV). 

          Lo mismo recomendará, la madre Teresa a sus monjas: « Había de ser muy continua nuestra oración por estos que nos dan luz. ¿Qué seríamos sin ellos entre tan grandes tempestades como ahora tiene la Iglesia? Si algunos ha habido ruines, más resplandecerán los buenos. Plega al Señor los tenga de su mano y los ayude para que nos ayuden » (V 12,21). Y también a los laicos: « Pues si es seglar, alabe a Dios que puede escoger a quien ha de estar sujeto, y no pierda esta tan virtuosa libertad; antes esté sin ninguno hasta hallarle, que el Señor se le dará, como vaya fundado todo en humildad y con deseo de acertar » (V 13,19). 

          Pero también es cierto, que si lo que suplicamos a Dios, se ha hecho mal uso, nuestras oraciones no serán escuchadas. Por ello en primer lugar es necesario que pidamos perdón a Dios de los pecados que se han cometido por el mal uso que se ha podido hacer de la dirección espiritual en toda la historia de la Iglesia y en nuestro presente, perdonar también a los que nos hayan hecho sufrir en ello, y ofrecer reiteradamente la sangre de Cristo como reparación de tantos pecados o faltas que han existido en este tema. Luego suplicar a Dios que por su gran misericordia conceda a la Iglesia y a las contemplativas en particular tener este maestro o maestros de espíritu, que sean a la vez sabios, santos, prudentes y dispuestos a dedicar parte de su tiempo a la dirección espiritual, de este modo las contemplativas puedan ofrecer un mayor servicio a la Iglesia con su oración. 

          Bibliografía: 


          Siglas: 

          Obras de santa Teresa de Jesús: C. Camino de Perfección; M. Las Moradas; V. El libro de la Vida. 

          Obras de san Juan de la Cruz L. /Ll B. Llama de amor viva. 

          Notas 

          [1] Federico Ruiz Salvador, Caminos del Espíritu. Compendio de Teología Espiritual, Ed. de Espiritualidad 5 1998, 667-668. 

          [2] Ibidem 

          [3] Alejo Navarro, Al paso de Dios, al paso del Hombre, Ed. Monte Carmelo, Burgos 2000, 185-187. 

          [4] Alejo Navarro, Al paso de Dios, al paso del Hombre, 187-189. 

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